Clara Cros Lacal lleva tatuada en su piel la pasión por los productos aragoneses, literal. Empezó a trabajar en La Rebotica, el restaurante de sus padres en Cariñena, por obligación. Pero esa obligación, con el tiempo, se fue convirtiendo en devoción. A diferencia que su madre –Nati Lacal− ella sí que estudió cocina en la Escuela de Hostelería de Miralbueno. Sin embargo, dice que su mayor influencia es su madre, de la que mamó la pasión por una cocina casera, natural, de producto de cercanía y servida con un trato cálido.
Sus inicios
“Empecé secando copas y haciendo recados. Pero cuando me pidieron que saliera de camarera y no quise, me mandaron a la cocina”. Clara Cros tenía solo cuatro años cuando sus padres se hicieron cargo de La Rebotica y cuando era una adolescente, se turnaba con su hermana Blanca para echar una mano en el restaurante. “Ahí empecé a fraguar este presente, que espero que sea también mi futuro”.
Hizo el grado medio de cocina en Miralbueno. Mientras trabajaba en el campo de Golf de Calatayud, dirigiendo ya su cocina, aunque bajo la supervisión de su madre. Completó sus estudios con unas prácticas que la pusieron a prueba. “En Aragonia, además de conocer mucha gente interesante, comprobé que era capaz de trabajar fuera de casa y vi que además de sacar la faena, lo hacía muy bien”.
A Clara le cuesta reconocer su mérito, es modesta y humilde, pero lo cierto es que era bien joven cuando se responsabilizó del negocio familiar, continuando la línea de sus padres y sin traicionar sus principios. “Cuando acabé el grado superior hice las prácticas en casa, porque hacía falta y ya me quedé ahí”. Desde los veintiún años, Clara es la jefa de cocina de La Rebotica. Añora no haber podido conocer otras cocinas. No estuvo en un Berasategui, pero estuvo en un Nati Lacal.
Su inspiración
Compartió fogón con su madre, pero también con Javier Robles “Gurri” y dice que en La Rebotica quedan rastros de los tres. “Soy como mi madre cocinando. No utilizo nuevas técnicas, no es ni nuestra forma de verlo ni tampoco la de nuestros clientes”. Y no solo cocinando, Nati le ha inculcado su espíritu reivindicativo.
“Me gusta mucho Carme Ruscalleda, porque está luchando entre todos los hombres ‘estrellados’, haciéndose valer”. Clara se refiere a la escasez de mujeres en la cocina profesional. Mientras en el ámbito doméstico, las cocinas son predominantemente cosa de mujeres. Ella misma fue una de las chefs de las que Gervasio Sánchez escribió en el libro “Hay una mujer en la cocina” que reivindicaba el papel de la mujer en las cocinas profesionales.
Su tradición
Aunque ella dice que hace una cocina muy tradicional, su madre sí que nota el cambio generacional en sus platos, aunque la esencia siga siendo la misma. El amor por el producto local de calidad, por las elaboraciones caseras y por el vino siguen siendo las constantes de La Rebotica. Entre los productos aragoneses, Clara siente debilidad por los arroces del Pirineo y por la borraja de la huerta zaragozana. “Ahora pone borraja todo el mundo, pero antes solo había en el Gayarre y en La Rebotica”.
La receta que desvela, de hecho, está protagonizada por una borraja. “Se me ocurrió un día que no tenía nada para cenar. Me preparé una borraja con unas setas y crema de patata y me quedó muy rica”. Poco después la incluyó en la carta y se convirtió en un plato de los más demandados.
Texto extraído del “Libro de Oro de la Cocina Aragonesa”